Yume M U R A K A M I

Yume presenta un cuerpo delgado y fuerte, con delicadas curvas. Su cintura es pequeña lo cual hace resaltar la forma de sus caderas de una manera sutil y sensual. Su rostro esta moldeado por refinados rasgos femeninos que le otorgan una apariencia dulce y agradable a la vista. Su mirada parece ser amable y respetuosa, pero no lo es con todo el mundo. Sus brillantes y expresivos ojos de un acaramelado color castaño reflejan con claridad cualquier emoción que se padezca dentro suyo. A veces eso juega a favor y otras tantas en contra.
En cuanto a su piel, Yume tiene una test clara casi traslucida, tersa y aporcelanada. Suele vestir con ropa de un estilo que respeta la tendencia de la moda y sus propios gustos personales. Aprecia las prendas de llamativos colores y no le importa ser la única que se atreve a usarlos en épocas del año donde solo se pueden ver ropas sobrias y conservadoras. Es contradictorio, porque ella se atreve también a romper con la tendencia e innovar una propia.

-Descripción psicológica: Más allá de lo que cualquiera puede apreciar en el risueño rostro de la jovencita, Yume posee una personalidad ¿Egocéntrica? Solo un poco. No es narcisista, solo realista. Yume es jodida, y sabe cómo aprovechar la lengua calumniosa que Dios le regalo. Nunca sabes a qué se refiere en realidad cuando te habla, te sonríe, pestañea y deja salir un par de palabras, cortas y concisas; ¿sarcasmo? Que no te quepa la menor duda. Poco le importa que los demás no la aprecien, ella no vive para aquellas personas que dedican su insignificante vida a cuestionar todo cuanto las otras personas hacen. Ella te dice las cosas como son, sin rodeos ni medias tintas, va al grano, sin anestesia.
Bastante terca, llevada por su parecer, no es fácil hacerla desistir de algo, una vez se le ha metido en aquella retorcida cabeza, no hay poder humano que la haga cambiar de parecer. Es bastante orgullosa, también, nunca la verás pedir ayuda a otra persona y mucho menos admitir que se ha equivocado, aunque todos, incluida ella, sepa que es verdad, admitir la derrota es inaceptable. Competitiva, hasta en la cosa más mínima, Yume tratara de sacar ventaja a como dé lugar para luego restregarte en la cara que has fallado, ¿infantil? No, solo quiere ver tu cara de fastidio.

El amor es cosa aparte, no cree en eso, y espera nunca hacerlo. Sus relaciones nunca duran lo suficiente como para considerarse “una relación”, ya sea por su carácter tan particular o por la poca tolerancia del otro; o las dos.
Parece esculpida en hielo, no corazón, no alma, puro cerebro y malicia, y aunque no lo demuestre, ella es casi tan normal como cualquier otra muchacha. Sí, tiene sentimientos, no los demuestra con facilidad y pocas son las personas que pueden jactarse de conocer a la verdadera Yume, la chica dulce, graciosa y atenta que se importa por los demás. Pero no se dejen engañar, la consentida de papa solo actúa de ese modo para mantener a resguardo la niña frágil e inocente que yace en su interior. La vida le ha dado marcadas lecciones para ser quién es y no dejará que nadie la pase por arriba.

Una cruda noche de invierno dentro del cobijo de una blanca e iluminada habitación de una de las clínicas privadas de la ciudad de Yokohama, Eimi dio a luz a Yume. La preciada hija del matrimonio Murakami creció en el ceno de una familia que le brindo absolutamente todo sin que la mínima cosa le faltara. Ya sea amor o vanos bienes materiales. Kei, su padre, había dedicado gran parte de su vida a llevar adelante una exitosa disquera que siempre estaba en busca de nuevas estrellas con talento suficiente como para impactar en el eufórico público adolescente. Su madre, por otro lado, no estaba ajena a ese ambiente artístico. Ella era una destacada violinista que lograba conmover a cualquier con una simple y delicada nota. Yume siempre había admirado el talento de sus padres y añoraba algún día, poder llegar a ser, aunque sea la cuarta parte de los que ellos eran juntos.

Como todo el mundo sabe y sospecha, la vida de una niña consentida no es difícil de llevar. Yume se desenvolvió en un ámbito donde la educación y el buen gusto iban de la mano. Aunque a veces se rebelaba contra los dictámenes de su madre, que se empeñaba en convertirla en una de esas señoritas de la alta sociedad, la joven había demostrado tener aptitud para dejar a más de uno con la boca abierta cuando ponía en evidencia sus refinados modales y encantadora sonrisa. Todo era de color de rosa, todo era perfecto en la familia. Pero la felicidad y el éxito tienen su precio.

El 8 de noviembre del año 2007, en uno de los incontables viajes que hacia el matrimonio, tuvo como consecuencia la penosa muerte de su madre. Una falla en el motor, habían resulto los investigadores. Un simple e insignificante averío en una de las turbinas había provocado que el avión se viniera a pique y se estrellara contra las cumbres alpinas de suiza. El accidente casi le arrebató la vida de su padre también y Yume aun conserva pesadillas de esa mañana en la que el comunicado llego a la puerta de su casa con la triste noticia. Esa misma noche, mientras viajaba hacia el hospital en donde mantenían a Kei en cuidados intensivos, había derramado más lágrimas de las que un ser humano debería llorar. Había padecido la mayor de las perdidas y a partir de entonces, la dulce y compresiva chica que siempre tenía una brillante sonrisa cargada de esperanzas desapareció por completo.

Tiempo más tarde cuando todo parecía querer volver a la normalidad, aunque ambos acallaban las palabras que se silenciaban en sus gargantas antes de ser expresadas, el hogar en que habían compartido por años se convirtió en una opresión bajo su pecho. Cada rincón, cada objeto, cada fragancia, cada habitación evocaba un recuerdo del pasado. Aquel pasado en el que Eimi estaba junto a ella y componía canciones mientras la dulce melodía del violín cargaba el aire de ilusiones y fantasías. Todo aquello hacia que su corazón y su alma se apagaran lentamente hasta que un vacio inmenso se abriera paso en su interior. Como una herida lacerante que no tuviera ningún remedio. Yume no podría vivir el resto de sus días entre esas cuatro paredes lamentándose por la pérdida de su madre y Kei tampoco lo lograría. Eso no era vivir. Solo había podido sobrellevar la situación con la ayuda de su prima Nana, quien en más de una oportunidad había cancelado sus planes para oírla llorar desconsoladamente. Pero dos años más tarde, su padre decidió que lo mejor para ambos sería abandonar Yokohama y trasladar el negocio familiar a la prometedora ciudad de San Francisco. Así fue como con sus dieciocho años de edad, Yume vive en una ostentosa casa de las afueras de la City, intentando día a día mantener una vida normal haciendo lo que se le plazca sin importar el precio que hay que pagar.